jueves, 16 de mayo de 2019

Cuando Europa habló en euskera

Soñaron mientras se lo permitieron; anduvieron firmes por la senda de la eternidad, hasta tropezar en la última piedra. Una historia preciosa llena de crueldad; uno de los mil pedazos que componen la fantástica leyenda de Europa.

Muchos habrá ya a los que el nombre de Mané solo les traiga a la memoria al escurridizo y habilidoso jugador del Liverpool. Sin embargo, seguro que en la ciudad de Vitoria tienen algo  más que decir. Con los ojos llorosos, volverían a recordar con toda certeza aquel día en el que su equipo, un desconocido y humilde Alavés, estuvo muy cerca de coronarse campeón de la entonces Copa de la UEFA -actual Europa League. Ahora que han pasado casi dos décadas de ese momento, parece factible pensar que pudiera haber sido tan solo una alucinación, un producto de la imaginación, una canción en boca de juglares. Pero los anales de Europa nunca mienten.

El 16 de mayo de 2001, el Westfalenstadion de Dortmund fue testigo de la que pudo ser una de las mayores y más bonitas gestas de este deporte. El Alavés, que participaba  en la competición por primera vez en su historia, disputó la gran final ante todo un mítico del continente como el Liverpool, en el que ya lucían nombres como el de Steven Gerrard, Michael Owen o Jamie Carragher. El conjunto dirigido por el entrañable José Manuel Esnal Pardo 'Mané' se plantó en Alemania tras dejar atrás al entonces poderoso Inter de Milán -llegando a derrotarle 0-2 en San Siro-, y a dos revelaciones: el Rayo Vallecano -quién lo diría- y el Kaiserlautern.

Un once para la historia | Imagen: heusie 18
Como en tiempos de aquel histórico Getafe eliminado en semifinales de la UEFA por el Bayern de Münich, toda España no dudó en volcarse con el conjunto vasco, tan próximo a dejar su muesca en uno de los trofeos más codiciados del panorama internacional. 

A los quince minutos de juego, fruto de la falta de experiencia y de los nervios, el Alavés perdía ya por dos tanto a cero. Mané no arrojó la toalla. Quitó a uno de sus tres centrales de inicio y metió en el campo al uruguayo Iván Alonso, que a la postre sería una de las grandes figuras del encuentro. Solo cuatro minutos después, el delantero recortó distancias en el marcador, devolviendo la esperanza a todo el país. Sin embargo, poco antes de la llegada del descanso, un clamoroso penalti del guardameta blanquiazul, Martín Herrera, volvió a ampliar las diferencias.

Pero ya se sabe: algo tienen los norteños en su carácter que les hace especiales. Solo cinco minutos después de la reanudación, Javi Moreno -quién después ficharía por el Milán- se encargó de fabricar dos buenos golazos para igualar la contienda. Si los vitorianos tenían que morir, lo harían con las botas puestas. El final de la historia no puede explicarse con palabras: solo la imagen permite conocer lo ocurrido y resistir a esa temida desolación que acompaña siempre a los romances con final dramático.


No pudo ser... y quizá nunca lo será. Europa sacó su pluma para escribir con fuerza sobre el pergamino que contiene sus gestas, expresadas en largos y emocionantes versos. Es ese escrito en el que reside la verdadera esencia de la competición, la huella que dejaron hace tiempo equipos como el Alavés de Mané. Escuadras que se perdieron en el tiempo y que quizá ya nunca vuelvan a ser halladas; escuadras que por unas noches nos levantaron a todos del asiento; escuadras que permanecerán por siempre en la leyenda de Europa.

1 comentario:

  1. INCREÍBLE. Para mi era totalmente desconocido este partido. Se me han puesto los pelos de punta al leerlo y ver el vídeo. Muy bien escrito. Sigue haciéndonos disfrutar

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